Aquí nos encontramos con la idea de que cada uno de nosotros llegamos con unos ingredientes particulares para hacer experiencia, con la posibilidad de crecer, evolucionar y tomando el camino de la conciencia y creando las condiciones adecuadas formar un gran árbol que pueda dar buenos frutos, dentro del bosque de nuestra sociedad. Pero también está el otro extremo del palo, donde por falta de conciencia y en estado de sueño elegimos el camino largo con una sucesión de errores y malas decisiones fruto de malas influencias, que forman un árbol deforme y de frutos no comestibles. La sombra de este árbol es muy oscura y ensombrece todo a su alrededor.  Como dijo la abuela al chico al ver en que se había convertido: “estas podrido”. El árbol enfermó. Su vida se oscureció.

El primer árbol nos hace felices y el otro, infelices.

El chico protagonista tenía todos los elementos para construir una vida feliz guiado por su esencia, pero se dejó engañar por la vida, por la vida material, externa.

Tuvo lugar en él un eclipse; la luna, (las emociones negativas, la violencia) ocultaron su sol (la esencia, la conciencia), un eclipse permanente, cristalizado, como el barro usado para esculpir que con el tiempo se endurece y no es posible moldear. Una roca grande y pesada que ya no pudo levantar, ya era tarde, y terminó por aplastarlo. El mundo 96 se hizo amo y señor de su vida. Un pueblo de barrios bajos, oscuros y sombríos. Este tiempo de gitanos también es el tiempo de catalanes, andaluces, italianos, franceses, chinos, etc. Es un tiempo que no hace distinción de razas, etnias, países, es un tiempo interno, psicológico, no tiene fronteras.

La vida va tejiendo su telaraña a través de los eventos y al estar dormidos nos atrapa, somos víctimas de su espejismo, sin poder hacer, en un sistema donde lo importante y valorado son los logros materiales. Somos devorados por el mundo de los sentidos.

Nos apoyamos en lo externo como el soporte de nuestra felicidad y culpamos a la vida o a Dios de nuestros errores y fracasos cuando en realidad somos víctimas de nosotros mismos. Si lo de afuera es posible es porque dentro de nosotros algo lo hizo realidad.

En la escena donde el hijo lleno de ira levanta la fachada de la casa, me vino la imagen simbólica de levantar de nuestra casa psicológica, las paredes que ocultan nuestra esencia, nuestra verdadera naturaleza, lo que hay en nuestro interior, en cada uno de nosotros. Vemos los materiales que forman nuestra fachada (rasgo principal, tipología de eneagrama, influencias astrológicas, rasgos familiares y culturales, modas del momento, etc.). Es lo que reflejamos afuera, lo que los demás ven de nosotros. Sin esta fachada queda al descubierto lo verdadero, lo real en nosotros.

Perhan, el protagonista tiene un momento de recuerdo de sí cuando después de experimentar una serie de trágicos sucesos recordó una frase de su abuela: “Si no crees en nadie, Dios te dará la espalda”. Pero el mismo lo creó. Un vecino le dice: “te estás haciendo mucho daño”. ”te estás destrozando”.

Perhan refleja su parte anímica en su abuela y su hermana, son el lazo que lo une a su esencia, la conexión con ánima, sus raíces, su origen. Le dice a su abuela (ánima): “estoy construyendo una casa, (falsa personalidad), y ánima, su abuela le dice: “¿Quién vivirá en ella?”. Cuando encuentra a su hermana pequeña desaparecida, parece el reencuentro con su parte esencial, un encuentro consigo mismo.