por Jose Ma | Mar 29, 2024 | autoconocimiento, comentarios
El Cuarto Camino es un camino de autoconocimiento basado en las enseñanzas de Gurdjieff, Ouspensky, Nicoll y otros autores. Una doctrina psicológica y filosófica que nos muestra el procedimiento para la posible evolución interior de las personas. Un camino para despertar del sueño, para conocer lo que somos verdaderamente, crecer interiormente, desarrollar la conciencia dentro de las condiciones cotidianas que ahora tenemos.
En nuestro estado actual no somos seres desarrollados, desconocemos lo que puede crecer en nosotros y este trabajo nos enseña un lenguaje para conocer aquello que ha de cambiar en nosotros y ser más conscientes. El cambio de ser comienza con ser conscientes de algo de lo que antes no éramos conscientes.
Para iniciar este camino de la conciencia hay dos líneas de desarrollo en una persona. La primera es la línea del conocimiento y la segunda es la línea del Ser. El nivel de Ser y el nivel de conocimiento pueden crecer paralelamente. El ser es lo innato en nosotros, lo que nos es propio.
Este desarrollo interior es posible con estudio y práctica en un contexto especial con la ayuda de personas que ya han recorrido este camino, que conocen los métodos. El esfuerzo y la autodisciplina también son necesarios para esta posible evolución.
No nos conocemos lo suficiente, pero damos por hecho que sí, y esto nos condiciona a la hora de emprender un trabajo interior de autodescubrimiento, porque ¿quien va a buscar algo que ya cree poseer? ¿Por qué vamos a buscar cualidades en nosotros que ya creemos tener? Como se dice en esta enseñanza: ¿para que vamos a comprar piedras preciosas si damos por hecho que las tenemos?
La psicología que estudia este sistema es la psicología de la posible evolución de las personas, de lo que pueden llegar a ser.
A lo largo de la historia este conocimiento ha estado disfrazado con otros nombres como la filosofía, el yoga en la India, la religión, el arte, la poesía, escultura, danzas, arquitectura, etc. La transmisión de este conocimiento psicológico también lo encontramos en las catedrales góticas, el simbolismo, la astrología o la alquimia.
Tradicionalmente existen tres caminos para el desarrollo de la conciencia vistos desde diferentes acercamientos: El primero es el camino del faquir que profundiza la parte más física y lleva el cuerpo a sufrimientos extremos. Desarrolla la voluntad física, el poder sobre el cuerpo lo obtiene mediante terribles sufrimientos. Para desarrollar las otras funciones: emocional e intelectual ya es demasiado viejo para iniciarlo.
El camino del monje, que se apoya en la parte más emocional, el sentimiento religioso y de los sacrificios, en el amor y la devoción a través de la fe, en alguna divinidad y en la religión; un camino muy duro y largo. Desarrolla en sí mismo la unidad, la voluntad sobre las emociones. El monje tiene que llegar a ser un yogui y un faquir, pero pocos pueden llegar tan lejos.
Y por último el camino del yogui que profundiza la parte más intelectual, el conocimiento para desarrollar la sabiduría. Lo sabe todo, pero no puede hacer nada. Al trabajar solo un aspecto del ser en partes separadas, las otras dos quedan sin desarrollar. Y así por separado el desarrollo es incompleto.
El Cuarto Camino es el camino de la conciencia y trabaja por igual las partes, motora, emocional y la parte intelectual como un todo integrado dentro de la vida que cada uno tenemos, sin abandonar todo lo que se ha vivido hasta el momento. Las condiciones de vida en las que este trabajo nos encuentra son las mejores al comienzo.
Una de las principales ideas de este sistema es que el hombre y la mujer son máquinas que no se conocen a sí mismas, que siempre piensan, sienten y actúan de la misma forma dependiendo de las influencias y fluctuaciones de la vida. En este contexto nada se puede hacer, todo sucede de la única manera en que puede suceder, de manera mecánica igual que llueve, nieva, hace viento, etc. De esta forma ningún cambio es posible, todo se repite una y otra vez, en un círculo recurrente del cual no podemos escapar.
Pero esta máquina que somos puede dejar de serlo si conocemos su funcionamiento y comenzamos un trabajo interior; adquirir un nuevo conocimiento para descubrir en nosotros aquello que sobra y nos tiene atado a la mecanicidad.
Lo primero que es necesario saber es que no somos una unidad; tenemos la ilusión de que somos una sola persona, con un yo permanente, pero en realidad hay muchas personas dentro nuestro, muchos yoes que sienten, piensan y obran de manera diferente dependiendo de los cambios externos. Así nuestras actitudes y conductas con las otras personas y los eventos cambian continuamente según los yoes que toman el mando de la máquina. Es como la casa donde el dueño está ausente y los sirvientes se alternan para tener el control.
Otra cualidad que nos atribuimos es que somos conscientes en todo momento, que poseemos un estado interior de percepción de uno mismo, un darse cuenta, estar más presente. Pero nuestro estado actual es el sueño y a menudo confundimos conciencia con estar atentos, pero la conciencia puede darse independientemente de las funciones del pensamiento, la emoción y el movimiento.
Si por ejemplo nos cepillamos los dientes y estamos atentos y concentrados mientras lo hacemos: ¿somos conscientes de nuestro estado emocional y mental en ese momento? ¿somos conscientes del tiempo que nos lleva esta tarea? ¿de la cantidad de pasta y agua que usamos? ¿somos conscientes si lo hacemos siempre de la misma forma mecánica, en la postura del cuerpo? ¿el orden por donde circula el cepillo es siempre igual? En este ejemplo podemos ver que atención y estar consciente no son la misma cosa.
En este proceso entra en juego la observación de sí donde una parte más consciente de nosotros, el yo observante observa a nuestra máquina, pero sin crítica, juicios ni valores. Se produce una separación entre el observador y lo observado. Por ejemplo, una persona de nombre Juan Martínez. Podemos tomar como Juan la parte más mecánica y Martínez la más consciente. En este caso Martínez puede observar a Juan, como siente, piensa y hace en su vida ordinaria. Sin juzgar, siendo lo más objetivo posible. Sumando observaciones y con el tiempo podemos tener un álbum de fotos de nosotros mismos en los diferentes eventos y con la ayuda del recuerdo de sí ser conscientes de nuestras actitudes y comportamientos mecánicos. Por ejemplo, una persona se dio cuenta en su día a día que cuando usaba el jabón de manos, el papel del wáter, la pasta dental, crema de manos, etc., antes de terminar el contenido ya cambiaba a otro nuevo. Siempre dejaba una pequeña parte sin usar. Trasladando esto a otros aspectos de su vida, ¿puede ser que antes de cerrar ciertas situaciones exista la tendencia a iniciar otras y así no termina el propósito inicial?
En las distintas partes que forman nuestra máquina hay 3 funciones principales:
La función instintiva-motriz: las instintivas engloban todo el trabajo interno del organismo, digestión, respiración, los sentidos, sensaciones de origen orgánico y fisiológico: placer, dolor, reflejos, memorias físicas, etc.
Las motrices los movimientos aprendidos como ir en bici, caminar, correr, hablar, dibujar, leer, escribir, etc. Las funciones instintivas son innatas y las motrices aprendidas.
El sentimiento y las emociones: como la alegría, amor, miedo, ira, tristeza, etc.
El intelecto, el pensamiento: análisis, afirmación, negación, comparar, calcular, formación de conceptos, etc. Son expresiones sin emoción.
En nuestra vida cotidiana o mecánica una función puede reemplazar a otra si no hay atención. En lugar de pensar, sentimos. En lugar de hacer, pensamos. En lugar de sentir, hacemos y muchas otras más combinaciones se pueden dar. Por ejemplo, una persona presencia justo a su lado la caída de un ciclista y en lugar de asistirle o llamar a la ambulancia, se paraliza en la emoción del miedo y pasa un tiempo sin saber cómo reaccionar. La función trabaja de manera correcta cuando trabaja en tiempo real, justo en el momento en que es necesario hacerlo. Aplicar la función correcta en todo momento.
En los primeros pasos en el camino al despertar aparecen los obstáculos y hemos de descubrir aquello que nos frena en el desarrollo, lo que sobra en nuestra psicología. Si queremos ser más veloces primero tenemos que sacar lo que ya no sirve. Hace años había un anuncio en vallas publicitarias con la imagen del más rápido velocista de los 100 metros lisos de atletismo en la postura de iniciar la carrera, pero calzaba unos zapatos con mucho tacón. Con ese calzado no podía alcanzar su máximo potencial. En nuestro actual estado de sueño no somos conscientes que llevamos este calzado incómodo que no nos sirve y que necesitamos unas zapatillas adecuadas para correr en la vida.
Por último, me gustaría destacar que hay un estado de percepción de uno mismo y que el autor de Cuarto Camino Maurice Nicoll definía como la fuerza más grande que podemos obtener de este trabajo, y es la comprensión, percibir internamente la experiencia de aquello que conocemos y que va más allá del simple entendimiento teórico, es integrar en nosotros el significado de esa experiencia.
por Jose Ma | Mar 29, 2024 | autoconocimiento, películas
La vida de este personaje André, el protagonista ha sido construida en base a la mentira, una fantasía creada desde una visión deformada de sí mismo. Diferentes personajes en forma de yoes nocivos han tomado el control de la máquina y el protagonista los ha tomado como reales, y no dejan ver su otro yo, el verdadero. Su vida actual es el reflejo de su interioridad, como una fotocopia de su manera de sentir, pensar y actuar.
No vemos más allá de nuestros miedos, inseguridades, baja autoestima, dudas, etc.
Para volar a otro nivel de comprensión de nosotros mismos hay que lanzarse por el puente, como una muerte psicológica, saltar al agua y rescatar a esa parte de nosotros más consciente para que nos guíe en un nuevo nacimiento, construir una nueva personalidad desde dentro con lo mejor de nosotros para llevar una vida más real y auténtica.
Ángela simboliza esa parte de nosotros más consciente, como ánima que quiere mostrarnos lo mejor que tenemos dentro pero que no vemos, ni escuchamos. El ruido externo, los problemas cotidianos son más fuertes y no dejan ver el origen real de nuestros errores y recurrencias.
Nuestra parte anímica nos acompaña en este descubrimiento de lo que hay de real en nosotros, más allá de las mentiras construidas por nuestra máquina. Como dice aquí sacar la basura acumulada todo este tiempo vivido con los ojos cerrados y llenarlo con nuevas impresiones, con otra visión más interna. Como cuando dice: “cuando uno se siente una basura, la basura también te atrae”. El nivel de Ser atrae la vida.
La vida hace de espejo de nuestra subjetividad y aquí se reflejan todas las visiones parciales de nuestros yoes dormidos que deforman la realidad, formando un mundo imaginario donde somos víctimas de nuestras propias mentiras. Somos presos de la cárcel hecha por nosotros mismos.
Ahora André tiene la posibilidad de construir una nueva vida desde la verdad interior, ahora París, su ciudad, que es él mismo, es hermosa, puede ver la belleza de su ciudad, de su cuerpo, de cada rincón, de sus cualidades y virtudes, que antes estaban ocultas tras la mentira. Su belleza interior sale hacía afuera resplandeciente como el sol.
La simbología del puente donde aparece ánima como vehículo para elevarnos sobre las aguas de las emociones negativas, rescatarnos a nosotros mismos como aprendizaje y purificarnos psicológicamente.
La ciudad de Paris, como la vida, está llena de puentes que nos llevan de una experiencia a otra donde la persona puede crecer. André al principio de la historia quedó en medio, sintiéndose solo, deseando poner fin a su vida, sin poder terminar la octava; pero cuando es consciente que no está solo, que tiene una parte anímica, juntos van cruzando los puentes de la vida, terminando octavas y creciendo en el camino.
por Jose Ma | Mar 23, 2024 | autoconocimiento, películas
En esta búsqueda para encontrar a su hijo Nemo, tiene lugar un aprendizaje dentro de este océano que es la vida. En este caso le sucede, porque Marlin no es consciente que el estado de miedo gobierna su vida.
Marlin, el padre de Nemo tiene que hacer un viaje literal, cruzando el mar para buscar a su hijo, y otro viaje psicológico para superar sus miedos. Es como si su esencia en forma de su hijo Nemo atrajera ciertos eventos y personajes para que Marlin pueda hacer experiencia del no miedo, de poder creer que si puede. Que mayor oportunidad de poder demostrar su valor y posibilidades, que llenar este viaje de situaciones incómodas para su máquina, donde va a tener que trabajar el miedo y confiar en sus acompañantes para esta aventura. Su esencia, Nemo quiere enriquecerse, descubrir, experimentar, mientras que Marlin, como si fuera la parte más mecánica, la falsa personalidad, quiere seguir en su zona de confort, conformista, en su pequeña pecera dentro de ese inmenso océano. La vida, el océano, le va a dar materia prima en forma de conflictos, imprevistos, para que pueda construir un nuevo Marlin, un nuevo ser con una nueva personalidad, que pueda educar y hacer crecer a su esencia, a Nemo.
Marlin se va a ver reflejado en personajes totalmente opuestos a él, donde va a ver ese otro Marlin más decidido, más suelto, que siempre había estado con él, pero que el miedo había mantenido oculto.
Si la obra de teatro en esta vida se titula “El Miedo”, el guion, los escenarios y los personajes que me van a acompañar en la representación, van a mostrarme situaciones, escenas, donde ponerme a prueba y trabajar el miedo. Si tomo conciencia de que no lo necesito en mi vida, me va a servir como aprendizaje, pero si se repite y lo vivo dormido va a ser un camino muy largo lleno de sufrimiento.
En esta travesía aparece Dori, el pececito azul, extrovertida, espontánea, imprevisible, jovial y que como la parte anímica continuamente le recuerda que tiene que seguir nadando, experimentando, descubriendo, aprendiendo, nadar en la vida frente a las dificultades, como una forma de seguir trabajando, seguir una dirección y en el durante del camino, enriquecernos con las experiencias, las impresiones, el conocimiento que alimenta a la esencia para su crecimiento. Es como la parte más intuitiva, rebelde, exploradora que quiere guiar a Marlin por lugares desconocidos, ocultos a los ojos de la mecanicidad, es como un aflojarse, soltarse de una manera fija de pensar. Como en la escena dentro de la ballena cuando Dori le dice a Marlin que confíe en ella y siga su intuición, que se suelte, y se deje caer para luego subir por el chorro de agua y salir al mar. Dori le dice: “ahora tenemos que soltarnos, todo va a salir bien”.
Y para terminar me gustó este diálogo entre padre e hijo:
Marlin le dice a Nemo: “oye, sabes, conocí a una tortuga marina que tenía 150 años “.
Nemo: ¿150?
Marlin: sí
Nemo: un día Pepe plancton dijo que sólo viven 100 años.
Marlin: ¿Pepe plancton?, ¿y tú crees que Pepe plancton sabe más que yo que me he cruzado el mar entero?.
por Jose Ma | Mar 16, 2024 | autoconocimiento, películas
Creo que la idea principal que nos quiere mostrar esta película es el reencuentro, la búsqueda de ese niño interior, nuestro principito que quedó atrapado, perdido en el laberinto de la vida mecánica. La sociedad enterró nuestra frescura, nuestra inocencia, lo esencial. Como en la película nos olvidamos de nuestra flor, de nuestro asteroide, del cordero y los baobabs crecieron sin control como los yoes más negativos en nuestra casa psicológica. No quedó espacio para un nuevo conocimiento, nuevas impresiones, ni para el trabajo interior.
A medida que vamos creciendo nos vamos transformando en unos seres raros, como dice la niña protagonista, tirando a la papelera las hojas de nuestro cuento, los dibujos, el zorro de trapo, el niño que somos esencialmente. Nuestra parte esencial quedó olvidada, escondida en el fondo de nuestra psicología, donde guardamos lo que no queremos.
El aviador, que conoce al principito, a su esencia, dispone de herramientas como la avioneta, el conocimiento y la comprensión para sacar de la papelera lo más esencial en nosotros y volar por encima de esa espesa capa de oscuridad y negatividad que forma el mundo 96, donde vivimos habitualmente. Este anciano mantiene vivo en él el recuerdo del principito y está más cerca de la niña, en su forma de pensar que cualquier adulto, porque como él dice: “ yo crecí, pero jamás me olvidé del principito”. Como recuerda el aviador, “crecer no es el verdadero problema, el problema es olvidar”.
Cuando el aviador entrega a la niña un recipiente de cristal lleno de monedas de cobre que parecen todas iguales y al derramarla sobre la mesa para contarlas, y va encontrando entre las monedas las figuritas coloreadas del principito, del zorro, la rosa, la espada, etc., me pareció una analogía de como dentro de la vida mecánica vista con otra mirada más interna también encontramos elementos e influencias que nos acercan a otro nivel de conciencia.
El aviador representa la figura del maestro que para recordar al principito su verdadera naturaleza, dibuja y escribe la historia de su experiencia juntos.
Tiene la avioneta a punto como conocimiento para volar a través de los asteroides de la vanidad, el poder, la violencia, etc. y llegar hasta la esencia, el principito, para recordarle su naturaleza y su propósito de vida.
Su hogar refleja este espíritu despierto y rompe con el molde que tienen el resto de viviendas, donde todas son prácticamente iguales dando forma a esta ciudad.
En esta ciudad oscura donde vivimos, no tienen cabida los niños, las estrellas, como las almas están atrapadas, su luz no brilla en esta sociedad, todos olvidaron su origen. El sistema exprime la energía de las personas y son usadas como piezas de la gran máquina que controla la Matrix . Todos olvidaron a su principito interior y los baobabs internos en forma de yoes más mecánicos y de influencias externas crecen en los asteroides, en cada ser.
por Jose Ma | Mar 2, 2024 | autoconocimiento, películas
Desde el punto de vista del trabajo podemos interpretarlo como un viaje, como un camino interior, desde el estado de sueño (la guerra, la violencia, las emociones negativas), donde se inicia la historia, al estado del despertar (el Reino de Ítaca, su país, o el Reino de los cielos). Este viaje puede ser el viaje de nuestra vida en este mundo donde vivimos. Un viaje para recordarnos a nosotros mismos.
El reino, el país donde permanece un tiempo y comienza a recuperar la memoria, los recuerdos, su pasado, es como la Escuela de autoconocimiento que le ayuda a descubrir su verdadera naturaleza, a recordarse a sí mismo, sus habilidades, sus actitudes, su potencial oculto tras el olvido, el sueño psicológico.
En la guerra de Troya, los griegos fabrican un caballo como un regalo, que oculta a los soldados que van a invadir la ciudad. A nivel existencial, desde que nacemos nos vamos construyendo un traje psicológico para penetrar en la vida mecánica, para ocupar nuestro espacio, nuestra ciudad de Troya, en la sociedad que nos ha tocado vivir.
Bajo la ira de Neptuno, Ulises queda atrapado en el sueño de la vida mecánica. En la cueva de Polifemo, el gigante del apego por el mundo sensorial, los placeres de la comida y la bebida lo mantienen preso, alejado de su camino a casa (el despertar).
Tras liberarse de Polifemo, Ulises continúa su camino de regreso a casa, pero otra fuerza contraria se interpone en su viaje en forma de cantos de sirena, distorsionando la realidad, como la fantasía y la imaginación en nuestras vidas, falsas creencias autogeneradas o impuestas que nos alejan del rumbo elegido inicialmente. Ulises se recuerda a sí mismo y pide a sus compañeros de viaje (los yoes del trabajo), que lo amarren al mástil (la fuerza del trabajo), agarrarse a las enseñanzas, al conocimiento, para no caer bajo el encantamiento de los cantos de sirena, la confusión y el sueño.
La travesía continua y otra fuerza desconocida atrae la nave hacía tierras extrañas. Somos presos de la ley del accidente, todo nos sucede, nada podemos hacer. Dicen los tripulantes: “sucede algo muy extraño, el viento sopla, pero la vela no lo recoge”. La recurrencia nos mantiene atados a repetir los mismos errores una y otra vez por falta de conciencia.
Un marinero dice: “No consigo gobernar la nave”, la vida mecánica es dueña de nuestras decisiones, las influencias externas no dejan hacer. El barco, la nave somos nosotros en el mar de la vida, a merced de los eventos: las olas, la lluvia, la tormenta, el viento, los arrecifes, etc.
Circe la hechicera, como la vida crea distracciones para que Ulises y sus compañeros no prosigan su camino de regreso a casa. Los placeres terrenales hacen de segunda fuerza. Pasan 6 meses y a Ulises le parece un día. El embrujo de la vida distorsiona la verdad.
Tras liberarse del encantamiento de Circe, Ulises llega disfrazado de mendigo a su hogar que está lleno de enemigos, aspirantes a ocupar su lugar, yoes negativos que quieren tener el control de la máquina. Es la casa de Ulises donde vive la esencia, personificada en su esposa Penélope. Ulises como yo real, como conciencia, se despoja del hábito de mendigo, se quita la falsa personalidad y siendo consciente de los yoes negativos que estaban en su casa, recupera el mando de su máquina, de su hogar y se reencuentra con su esencia, con Penélope para integrarse y completarse como ser consciente.