El Cuarto Camino es un camino de autoconocimiento basado en las enseñanzas de Gurdjieff, Ouspensky, Nicoll y otros autores. Una doctrina psicológica y filosófica que nos muestra el procedimiento para la posible evolución interior de las personas. Un camino para despertar del sueño, para conocer lo que somos verdaderamente, crecer interiormente, desarrollar la conciencia dentro de las condiciones cotidianas que ahora tenemos.
En nuestro estado actual no somos seres desarrollados, desconocemos lo que puede crecer en nosotros y este trabajo nos enseña un lenguaje para conocer aquello que ha de cambiar en nosotros y ser más conscientes. El cambio de ser comienza con ser conscientes de algo de lo que antes no éramos conscientes.
Para iniciar este camino de la conciencia hay dos líneas de desarrollo en una persona. La primera es la línea del conocimiento y la segunda es la línea del Ser. El nivel de Ser y el nivel de conocimiento pueden crecer paralelamente. El ser es lo innato en nosotros, lo que nos es propio.
Este desarrollo interior es posible con estudio y práctica en un contexto especial con la ayuda de personas que ya han recorrido este camino, que conocen los métodos. El esfuerzo y la autodisciplina también son necesarios para esta posible evolución.
No nos conocemos lo suficiente, pero damos por hecho que sí, y esto nos condiciona a la hora de emprender un trabajo interior de autodescubrimiento, porque ¿quien va a buscar algo que ya cree poseer? ¿Por qué vamos a buscar cualidades en nosotros que ya creemos tener? Como se dice en esta enseñanza: ¿para que vamos a comprar piedras preciosas si damos por hecho que las tenemos?
La psicología que estudia este sistema es la psicología de la posible evolución de las personas, de lo que pueden llegar a ser.
A lo largo de la historia este conocimiento ha estado disfrazado con otros nombres como la filosofía, el yoga en la India, la religión, el arte, la poesía, escultura, danzas, arquitectura, etc. La transmisión de este conocimiento psicológico también lo encontramos en las catedrales góticas, el simbolismo, la astrología o la alquimia.
Tradicionalmente existen tres caminos para el desarrollo de la conciencia vistos desde diferentes acercamientos: El primero es el camino del faquir que profundiza la parte más física y lleva el cuerpo a sufrimientos extremos. Desarrolla la voluntad física, el poder sobre el cuerpo lo obtiene mediante terribles sufrimientos. Para desarrollar las otras funciones: emocional e intelectual ya es demasiado viejo para iniciarlo.
El camino del monje, que se apoya en la parte más emocional, el sentimiento religioso y de los sacrificios, en el amor y la devoción a través de la fe, en alguna divinidad y en la religión; un camino muy duro y largo. Desarrolla en sí mismo la unidad, la voluntad sobre las emociones. El monje tiene que llegar a ser un yogui y un faquir, pero pocos pueden llegar tan lejos.
Y por último el camino del yogui que profundiza la parte más intelectual, el conocimiento para desarrollar la sabiduría. Lo sabe todo, pero no puede hacer nada. Al trabajar solo un aspecto del ser en partes separadas, las otras dos quedan sin desarrollar. Y así por separado el desarrollo es incompleto.
El Cuarto Camino es el camino de la conciencia y trabaja por igual las partes, motora, emocional y la parte intelectual como un todo integrado dentro de la vida que cada uno tenemos, sin abandonar todo lo que se ha vivido hasta el momento. Las condiciones de vida en las que este trabajo nos encuentra son las mejores al comienzo.
Una de las principales ideas de este sistema es que el hombre y la mujer son máquinas que no se conocen a sí mismas, que siempre piensan, sienten y actúan de la misma forma dependiendo de las influencias y fluctuaciones de la vida. En este contexto nada se puede hacer, todo sucede de la única manera en que puede suceder, de manera mecánica igual que llueve, nieva, hace viento, etc. De esta forma ningún cambio es posible, todo se repite una y otra vez, en un círculo recurrente del cual no podemos escapar.
Pero esta máquina que somos puede dejar de serlo si conocemos su funcionamiento y comenzamos un trabajo interior; adquirir un nuevo conocimiento para descubrir en nosotros aquello que sobra y nos tiene atado a la mecanicidad.
Lo primero que es necesario saber es que no somos una unidad; tenemos la ilusión de que somos una sola persona, con un yo permanente, pero en realidad hay muchas personas dentro nuestro, muchos yoes que sienten, piensan y obran de manera diferente dependiendo de los cambios externos. Así nuestras actitudes y conductas con las otras personas y los eventos cambian continuamente según los yoes que toman el mando de la máquina. Es como la casa donde el dueño está ausente y los sirvientes se alternan para tener el control.
Otra cualidad que nos atribuimos es que somos conscientes en todo momento, que poseemos un estado interior de percepción de uno mismo, un darse cuenta, estar más presente. Pero nuestro estado actual es el sueño y a menudo confundimos conciencia con estar atentos, pero la conciencia puede darse independientemente de las funciones del pensamiento, la emoción y el movimiento.
Si por ejemplo nos cepillamos los dientes y estamos atentos y concentrados mientras lo hacemos: ¿somos conscientes de nuestro estado emocional y mental en ese momento? ¿somos conscientes del tiempo que nos lleva esta tarea? ¿de la cantidad de pasta y agua que usamos? ¿somos conscientes si lo hacemos siempre de la misma forma mecánica, en la postura del cuerpo? ¿el orden por donde circula el cepillo es siempre igual? En este ejemplo podemos ver que atención y estar consciente no son la misma cosa.
En este proceso entra en juego la observación de sí donde una parte más consciente de nosotros, el yo observante observa a nuestra máquina, pero sin crítica, juicios ni valores. Se produce una separación entre el observador y lo observado. Por ejemplo, una persona de nombre Juan Martínez. Podemos tomar como Juan la parte más mecánica y Martínez la más consciente. En este caso Martínez puede observar a Juan, como siente, piensa y hace en su vida ordinaria. Sin juzgar, siendo lo más objetivo posible. Sumando observaciones y con el tiempo podemos tener un álbum de fotos de nosotros mismos en los diferentes eventos y con la ayuda del recuerdo de sí ser conscientes de nuestras actitudes y comportamientos mecánicos. Por ejemplo, una persona se dio cuenta en su día a día que cuando usaba el jabón de manos, el papel del wáter, la pasta dental, crema de manos, etc., antes de terminar el contenido ya cambiaba a otro nuevo. Siempre dejaba una pequeña parte sin usar. Trasladando esto a otros aspectos de su vida, ¿puede ser que antes de cerrar ciertas situaciones exista la tendencia a iniciar otras y así no termina el propósito inicial?
En las distintas partes que forman nuestra máquina hay 3 funciones principales:
La función instintiva-motriz: las instintivas engloban todo el trabajo interno del organismo, digestión, respiración, los sentidos, sensaciones de origen orgánico y fisiológico: placer, dolor, reflejos, memorias físicas, etc.
Las motrices los movimientos aprendidos como ir en bici, caminar, correr, hablar, dibujar, leer, escribir, etc. Las funciones instintivas son innatas y las motrices aprendidas.
El sentimiento y las emociones: como la alegría, amor, miedo, ira, tristeza, etc.
El intelecto, el pensamiento: análisis, afirmación, negación, comparar, calcular, formación de conceptos, etc. Son expresiones sin emoción.
En nuestra vida cotidiana o mecánica una función puede reemplazar a otra si no hay atención. En lugar de pensar, sentimos. En lugar de hacer, pensamos. En lugar de sentir, hacemos y muchas otras más combinaciones se pueden dar. Por ejemplo, una persona presencia justo a su lado la caída de un ciclista y en lugar de asistirle o llamar a la ambulancia, se paraliza en la emoción del miedo y pasa un tiempo sin saber cómo reaccionar. La función trabaja de manera correcta cuando trabaja en tiempo real, justo en el momento en que es necesario hacerlo. Aplicar la función correcta en todo momento.
En los primeros pasos en el camino al despertar aparecen los obstáculos y hemos de descubrir aquello que nos frena en el desarrollo, lo que sobra en nuestra psicología. Si queremos ser más veloces primero tenemos que sacar lo que ya no sirve. Hace años había un anuncio en vallas publicitarias con la imagen del más rápido velocista de los 100 metros lisos de atletismo en la postura de iniciar la carrera, pero calzaba unos zapatos con mucho tacón. Con ese calzado no podía alcanzar su máximo potencial. En nuestro actual estado de sueño no somos conscientes que llevamos este calzado incómodo que no nos sirve y que necesitamos unas zapatillas adecuadas para correr en la vida.
Por último, me gustaría destacar que hay un estado de percepción de uno mismo y que el autor de Cuarto Camino Maurice Nicoll definía como la fuerza más grande que podemos obtener de este trabajo, y es la comprensión, percibir internamente la experiencia de aquello que conocemos y que va más allá del simple entendimiento teórico, es integrar en nosotros el significado de esa experiencia.