En esta película, la primera impresión que tuve fue la idea similar que se plantea en la historia “cuento de navidad”, donde aparecen los tres fantasmas del pasado, presente y futuro, para aleccionar y transformar al avaro protagonista. Aquí en lugar de fantasmas son tres versiones en el tiempo de Russ (Bruce Willis), que busca curar los conflictos del pasado para tener una vida verdadera. El se cura a si mismo tomando conciencia de las causas que originaron los conflictos que han formado su actual personalidad y su actitud hacía sí mismo y los otros. 

Hay una frase que me dejó pensando al inicio cuando Amy habla con Russ y dice: “es ridículo seguir hablando de lo que seremos cuando seamos mayores, porque ya lo somos”.

La vivienda de Russ es una extensión de su personalidad; protección e impermeabilización frente a lo exterior, un sistema de seguridad y control para impedir ser invadido por el enemigo agresor.  A nivel personal y psicológico es lo mismo, Russ protege su espacio psicológico, levantando un muro, una barrera para que nadie penetre en su territorio personal. Esa muralla es su falsa personalidad, la imagen creada de sí, su ego comandado por su consideración interna, vanidad y orgullo. Estos soldados, esta avanzadilla defienden con todas sus fuerzas el castillo, la fortaleza que Russ ha tenido que crear a lo largo de los años para proteger a su niño interior, su esencia, su verdadero yo, aquí representado por Rusty, él de pequeño, pero que reclama su espacio, su territorio y aparece desde dentro como niño y desde arriba, de mayor con la avioneta. Desde estos lugares el castillo está desprotegido y Russ tiene que rendirse a su poder. Poco a poco las piedras, los yoes de la muralla van cayendo y dejando al descubierto la parte más valiosa de Russ, ese tesoro escondido que había olvidado hacía muchos años porque pensaba que lo hacía débil y fracasado. Pero Russ comienza a darse cuenta y valorar las cosas que son verdaderamente importantes y las que no lo son.

Hay una frase que resume un poco esta idea cuando Russ pregunta a su versión de 8 años, a Rusty: “¿A qué vienes a mi casa?”, pensé, ¿por qué ha llegado a su vida en ese momento?

Russ se pregunta a sí mismo desde su versión de niño: “¿Cuándo dejaremos de meter la pata así ?, Russ, tenemos que cambiar. Más nos vale”. 

Su yo observante, esa parte de la conciencia le ha lanzado una cuerda en forma de niño de 8 años para mostrarle su verdadera naturaleza, rescatarlo de la oscuridad de su fortaleza o falsa personalidad y volver a descubrir el valor de las pequeñas cosas: admirar la luna llena, la compañía de un perro, la familia, compartir nuestro tiempo con las personas queridas, con la pareja, etc. 

Y al final del todo cuando el avión (que es el mismo Russ, con todo lo valioso que hay en él y en su vida) despega dicen: “hemos despegado” y pensé  hemos tomado conciencia,  hemos cambiado, nos despojamos de la armadura que nos oprimía , soltamos lastre y nos elevamos como el avión,  ligeros con nuestro verdadero yo, para tener una vida nueva que nos pertenezca.