Toda la película me dio la impresión de ser un gran cuadro imaginario, con muchos personajes, muchos yoes, donde Amelie es la artista que con su pincel (la imaginación) va dando colorido y luz a la vida de las personas de su entorno. Quiere proyectar la fantasía de su mundo interior a su vida externa, llevando su consideración externa y su amor incondicional a la vida de los otros. Es como el sol que lleva luz al sufrimiento del mundo 96.Pero ¿quién da forma y color a Amelie? Forma parte de otro cuadro, otro cuadro más grande, la conciencia, que engloba a todos los cuadros que existen y donde el pintor anciano con más comprensión y sabiduría toma el papel de maestro.

Amelie descubre el tesoro escondido de un niño y su deseo es sacar ese tesoro escondido en cada una de las personas que están en su vida. Esa parte de todos nosotros que quedó tapada por la sombra de los conflictos, conductas adquiridas y sufrimientos inútiles. Es como llevar una prenda de ropa al revés que no deja ver su verdadero color y darle la vuelta para que muestre su verdadera naturaleza.

Amelie está dentro de cada uno de nosotros, como la parte anímica, deseando ser explorada, intentando mostrarnos lo verdadero que hay en nosotros, pero como sucede con los centros superiores no escuchamos o no entendemos su lenguaje con todo el ruido interno que llevamos a cuesta y permanecemos en la mecanicidad y el camino largo.

En una de las grabaciones que Amelie envía al pintor me gustó la imagen del pelotón ciclista compitiendo en una etapa del Tour de Francia, y de repente se cuela un caballo entre los ciclistas que se pone al frente y es como si la parte interna de uno se liberase de la mecanicidad del grupo. Invade una sensación de libertad, pureza y rebeldía.

Cuando Amelie interviene en la cotidianidad del tendero para darle una lección por la actitud con su empleado, pensé que cuando tenemos un día que no salen las cosas o todo sale mal, quizás nosotros a otro nivel inconsciente lo organizamos así para mostrarnos a través de las dificultades algún error que venimos repitiendo y no nos dimos cuenta.

La cafetería con los trabajadores y clientes parece una representación de como los diferentes yoes, emociones negativas y charla mecánica de la máquina interpretan los eventos de diferente manera, distorsionando la verdad, creando separación y poca comunicación. Es como una muestra de nuestra psicología en el sueño, otro cuadro, otra pintura donde los sucesos se repiten mecánicamente como las mismas formas, líneas y pinceladas del cuadro de Renoir que repite el pintor anciano cada año, durante 20 años.