Klaus representa la transformación que se puede iniciar dentro de cada uno de nosotros, de nuestro ser. Algo viejo a nivel psicológico muere en nosotros y nace algo nuevo que va creciendo con un nuevo alimento, un nuevo conocimiento, nuevas impresiones. Es como la madera que el leñador Klaus corta de los árboles para transformar en bellos juguetes después de un minucioso trabajo de fabricación. El árbol viejo muere al ser talado, pero su madera puede dar vida a otros objetos, renacer en un juguete, una mesa, una puerta, muebles para el hogar, etc. Estos juguetes son el alimento emocional para que los niños, la parte esencial, tomen conciencia de la importancia de adquirir nuevos hábitos positivos que ocupen el lugar de los viejos hábitos nocivos. Estos nuevos hábitos incorporados y sostenidos en el tiempo pueden ser transformadores para las personas y sus vidas. Los pequeños cambios llevan a cambios mayores. Cambiamos nuestro hogar interior, nuestro pueblo interno y nuestro entorno, el pueblo externo donde vivimos también cambia, pasa a ser un reflejo de nosotros. Todo lo que nos rodea pasa a ser una proyección de nuestro nivel de Ser.
La escuela, Alba la profesora, Klaus el leñador, Jesper el cartero, los niños, el pueblo, todos cambian, ya no son lo mismo de antes.
Alba la profesora le muestra a Jesper como ha cambiado el pueblo y hace un comentario y le dice: “no parece el mismo sitio, ¿verdad?”.
Si elevamos el ancla de nuestro barco interior, de nuestra psicología, y lo llenamos con un nuevo conocimiento en dirección a un nuevo puerto más luminoso, más consciente, nuestra esencia va a crecer en comprensión y nuestra vida ya no será la misma.
Este pueblo y sus gentes son un nido de violencia y emociones negativas donde todos han olvidado lo que son: los niños no viven como niños, la profesora hace de pescadera, el leñador se olvidó de su niño interior, la escuela es una pescadería, la oficina de correos un palomar, el pueblo olvidó ser un lugar de convivencia armoniosa. Todo está en desequilibrio, nada ni nadie hace su función.
Me quedó una imagen de la profesora tras el pupitre junto a la pizarra, con los alumnos delante mirándola fijamente, deseosos de aprender y se ve una escena con la escuela llena de pescado y cuchillos, sin material escolar, sin libretas, ni lápices y aparece una imagen en primer plano que se detiene en su expresión de cara, con una mirada perdida que parece decir: ¡que estoy haciendo! ¡soy profesora, no soy pescadera!.
Jesper, el cartero y Klaus, junto a los niños encuentran el antídoto para este veneno que se ha extendido como un virus. El propósito de los niños de obtener un juguete como premio y su cambio de actitud con la incorporación de nuevos hábitos positivos hacen posible una transformación del paisaje psicológico de los ciudadanos. Como pasa con esta enseñanza, el nuevo conocimiento y la puesta en práctica de lo aprendido en la vida cotidiana puede llevarnos a una segunda educación, una personalidad construida al nivel del ser que somos.
Ahora la escuela vuelve a ser una escuela. La profesora Alba vuelve a enseñar, el cartero Jesper es un buen cartero, los niños vuelven a ser niños, Klaus el leñador encuentra a su niño interior. El pueblo vuelve a ser un lugar de convivencia en paz y armonía. Cada cosa se pone en su sitio. Cada uno de nosotros con estudio y práctica, la Escuela y el maestro que nos guía en el camino tenemos la posibilidad de recuperar nuestro centro de gravedad y poder llegar a ser un hombre o una mujer equilibrados.