En un contexto de crisis económica del país y de crisis existencial de gran parte de la población, tiene lugar un proceso de muerte y renacimiento, de terminar y comenzar, cerrar y abrir puertas a nivel global e individual en aspectos sociales, económicos, culturales, psicológicos, existenciales, etc.; una segunda oportunidad para poder galopar de nuevo por la vida como Seabiscuit hace en la pista de carreras. Es una carrera dentro de la vida en el circuito que vamos trazando con nuestras decisiones y donde nuestros rivales son nuestras propias inseguridades, temores, estados negativos, identificaciones, juicios, etc.

Termina una carrera, una experiencia y otra comienza donde podemos aprender de los errores de la anterior, si nos observamos desde otro nivel de conciencia.

En estas situaciones difíciles tenemos la posibilidad de una mirada interior para crecer desde dentro, buscar nuestros recursos escondidos, para descubrirnos a nosotros mismos con la ayuda de personas que vivieron circunstancias y estados similares, ya participaron en esas carreras, situaciones de la vida y obtuvieron buenos resultados a través de sus propios esfuerzos y trabajo.

Un entrenador: el maestro. Un jinete: la personalidad. Un caballo: la esencia. El hipódromo: la vida.

Todos tenemos una vida que sanar, de las heridas del pasado y buscar nuestro sitio en este mundo, igual que Seabiscuit hace en las carreras buscando el lugar donde situarse, hacer su hueco entre los otros caballos para seguir su camino hacia la meta.

El entrenador (maestro) le dice al jinete (personalidad): “siente el caballo (esencia), él te dirá cuando está preparado”, para seguir el mejor camino hacia la meta.

En cada carrera hay una lección por aprender, una enseñanza por descubrir. Cada día es una carrera, una experiencia que nos brinda la vida para poder observarnos en como la vivimos.

Seabiscuit es como un reflejo de la parte esencial de los personajes, un espejo donde cada uno de ellos puede ver su interioridad no manifestada, como su voz interior que permanece en silencio, pero que al verla fuera, abrimos los ojos, somos conscientes de los valores internos que llevamos dentro, como la libertad, la comprensión, la transformación, armonía, fuerza, voluntad, confianza, etc. Todos ven en Seabiscuit a su verdadero yo interior; la esencia, ese caballo renacido, como el ave fénix, que surge de sus propias cenizas, de sus propios escombros.

Hay unos comentarios del entrenador referente al caballo, que resume en parte el estado psicológico donde nos encontramos:

“está tan marcado que cuesta saber como es”.

“me da la impresión que la han hecho correr en círculos tantas veces que se le ha olvidado que es y para que nació”. “necesita ser un caballo de nuevo”.

El caballo se durmió, olvidó lo que era, pero puede despertar, ser un caballo diferente, con un nuevo entrenamiento. Podemos ser una nueva persona con un nuevo conocimiento, con una segunda educación, como enseña el trabajo de Cuarto Camino.