Una idea fundamental de esta enseñanza es que no somos seres completos. Nuestro desarrollo natural se detiene en un punto para luego seguir creciendo a través de los propios esfuerzos personales.

Cada uno de nosotros somos como una semilla, seres con la posibilidad de autodesarrollo en esta vida orgánica sobre la tierra. El fruto de este desarrollo seria la transformación en personas más conscientes, más despiertas. Para que tenga lugar el desarrollo de esta semilla son necesarios esfuerzos sobre el Ser que somos ahora, comenzando primero por un trabajo de autoconocimiento. Si seguimos pensando, sintiendo, hablando y actuando como hasta ahora, nada en nosotros va a cambiar, nada va a crecer. Sin trabajo interno, nacemos, vivimos y morimos como semillas, llevando una vida enteramente mecánica, de forma automática, sin desarrollo posible, donde todo nos sucede siempre de la misma manera, sin posibilidad de cambio. Nuestra vida gira en torno al mundo externo, con una visión hacia afuera y gobernada por nuestros sentidos.

El Trabajo del Cuarto Camino nos enseña un lenguaje y un conocimiento, que llevado a la práctica puede ser transformador, puede formar en nosotros una nueva persona, un ser más consciente.

La semilla de una planta o un árbol necesita de la tierra, ser regada y cuidada para que pueda crecer y desarrollarse. Las ramas, el tronco, las hojas, las flores y los frutos, no pueden aparecer por sí solos; igual que las cualidades del hombre y la mujer no pueden aparecer sin un trabajo interno.